El diente infectado es un problema que puede aumentar su gravedad hasta convertirse en un daño considerable a la salud, si no se trata adecuadamente. Las formas de tratar un diente afectado por una infección son de gran importancia para erradicarla, y de este modo, evitarnos complicaciones que pueden perjudicar nuestra salud dental y también periodontal.
En efecto, la infección puede, no sólo dañar de manera irreversible al propio diente afectado por ella, sino también extenderse y afectar a la encía y otras zonas de la cavidad bucodental, hasta acarrearnos graves secuelas de salud.
Las llamadas infecciones odontógenas u odontogénicas pueden ser de varios tipos:
- Caries. Es la infección odontógena más frecuente y habitual. Se produce por la llamada flora acidógena, o la excesiva generación de ácidos por la flora del diente a partir de azúcares, lo que va destruyendo paulatinamente los tejidos duros dentales. Se reconoce por una mancha mate en la pieza dentaria, que va progresando a medida que lo hace la propia caries, y ello va provocando una destrucción de la pieza dentaria junto con dolores varios. El tratamiento de la caries es con flúor, y también con obturaciones (rellenando el diente cuando este ha quedado hueco: por ejemplo, con resina especial composite), sellando los surcos y fisuras, con endodoncia (limpieza y desinfección antibiótica de la pieza cariada, extracción de la pulpa dañada o infectada, para obturación posterior), o, ya como último recurso, la exodoncia, es decir: extraer el diente, en todo o en parte.
- Pulpitis. Es cuando la infección odontógena llega a afectar a la pulpa dentaria, produciendo dolores agudos. Se reconoce por la inflamación del tejido conectivo de la pulpa. Se trata con amoxicilina, clindamicina, etc, y también (en caso de urgencia) mediante la abertura cameral: abriendo la parte superior de la muela para dejar al aire el llamado canal pulpar, lo que alivia mucho los dolores del paciente. Es otra forma bastante frecuente de diente infectado, y ha de tratarse lo antes posible para no degenerar en irreversible.
- Enfermedad periapical. Es cuando se infecta la punta de la raíz del diente, ápice dental. Se trata con antibióticos como la amoxicilina o la clindamicina. También habrá de realizarse mediante una endodoncia, y posteriormente con una apicectomía: es decir, cortando la raíz del diente, y sellándola después.
La extracción de diente infectado: cuándo es necesaria
Hemos de saber que, en los casos más extremos, puede ser necesaria la extracción del diente infectado. De lo contrario, además de las complicaciones dentales propiamente dichas, tales como el diente hueco o las pulpitis irreversibles, pueden producirse también complicaciones periodontales como las siguientes:
- Enfermedades periodontales como la gingivitis (infección gingival, con la inflamación y sangrado de las encías), la periodontitis (formación de bolsas en la encía, incluso con la pérdida de hueso), o la pericoronaritis (infección de la corona dentaria y de la encía que rodea a ese diente).
- Celulitis. Si la infección llega al ápice del diente, puede propagarse desde ahí, desencadenando una celulitis: esto es, una inflamación de los tejidos blandos de la cara.
- Angina de Ludwig. Infección bacteriana en el suelo bucal, bajo la lengua. Acarrea una celulitis difusa que puede producir incluso la muerte del paciente.
- Ello por no hablar de las complicaciones cardiovasculares y otras más, que las patologías periodontales pueden conllevar.
La exodoncia o extracción del diente infectado es el último recurso, y se aplica cuando ya el diente se halla en un estado irreversible, y su infección puede dar lugar a diversas consecuencias graves. El diente infectado es un problema que debemos cuidar y tratar cuanto antes para que no traiga serios trastornos a nuestra salud.